Retomando el tema anterior...
"[...] su inteligencia no se limita exclusivamente a lo fenoménico, sino que es capaz de alcanzar con verdadera certeza la realidad inteligible, y eso a pesar de que, como consecuencia del pecado, se encuentra parcialmente débil y a oscuras." Constitución Gaudium et Spes, 15.
El hombre, como hemos dicho brevemente, es unidad en su dualidad, pero debemos agregar que es inteligente. Esta última es lo que lo hace propiamente persona.
No debemos dejar de lado esta característica tan íntima de toda creatura, pero sí debemos 'limpiar' su concepto de falsas acepciones.
La inteligencia es la capacidad de abstraer y formular un concepto. Concepto deriva del verbo concebir. [Aquellos, según Aristóteles, no son sólo la forma sino también la materia de la sustancia.]
La capacidad de abstraer, hoy en día, sólo se ve en función de cálculos matemáticos y operaciones que conllevan, ciertamente, un alto grado de dificultad. Y todo esto para construir en la realidad un objeto que refleje el esfuerzo de lo dicho anteriormente. Este es el fantasma del pragmatismo que se materializa en nuestras conciencias contemporáneas y envenenadas por el anterior.
Sería justo decir que la inteligencia que nos hace personas sólo sirve para la edificación de una casa, por ejemplo. ¿No hacen, también, los pájaros sus nidos?
Creo que la inteligencia se refiere a un objeto más digno de esta y no al mero pragmatismo contemporáneo que conlleva grandes problemas de carácter monista.
La palabra inteligencia está constituida por dos latinas "intus" y "legere", y, a la vez, significan leer dentro. El problema es hacia dónde dirigimos los "ojos del espíritu" (la inteligencia). Su facultad es infinita, no como la ratio, por lo que puede adentrarse en lo de igual característica. De este modo es notorio el gran instrumento que posee el ser humano, algo finito con capacidad de infinitud.
Es por esto que la inteligencia corresponde más propiamente al espíritu; mientras que la razón, podría decirse, se identifica con el cuerpo.
Cerrando este tema podría decirse que estamos llamados a algo más grande, infinito; que esta capacidad, que es nuestra inteligencia, se llenará sólo con Dios, de igual carácter: infinito.
Podemos reafirmar las concepciones de san Agustín: "capax Dei" (capaz de Dios); y santo Tomás de Aquino: "sustancia individual de naturaleza inteligible" (perfeccionando la racional de Boecio).
Es obvio que la fe y la razón no acaban el Misterio (al que nos remitíamos en la Introducción), pero es necesidad inalienable de la persona la búsqueda de su Misterio.
Y es en esa necesidad en la que, como dije antes, debe ser educado, en el sentido de "guiar", para que la satisfaga de la manera más humanamente posible y consiga, así, la Gracia de la Esperanza.
No debemos dejar de lado esta característica tan íntima de toda creatura, pero sí debemos 'limpiar' su concepto de falsas acepciones.
La inteligencia es la capacidad de abstraer y formular un concepto. Concepto deriva del verbo concebir. [Aquellos, según Aristóteles, no son sólo la forma sino también la materia de la sustancia.]
La capacidad de abstraer, hoy en día, sólo se ve en función de cálculos matemáticos y operaciones que conllevan, ciertamente, un alto grado de dificultad. Y todo esto para construir en la realidad un objeto que refleje el esfuerzo de lo dicho anteriormente. Este es el fantasma del pragmatismo que se materializa en nuestras conciencias contemporáneas y envenenadas por el anterior.
Sería justo decir que la inteligencia que nos hace personas sólo sirve para la edificación de una casa, por ejemplo. ¿No hacen, también, los pájaros sus nidos?
Creo que la inteligencia se refiere a un objeto más digno de esta y no al mero pragmatismo contemporáneo que conlleva grandes problemas de carácter monista.
La palabra inteligencia está constituida por dos latinas "intus" y "legere", y, a la vez, significan leer dentro. El problema es hacia dónde dirigimos los "ojos del espíritu" (la inteligencia). Su facultad es infinita, no como la ratio, por lo que puede adentrarse en lo de igual característica. De este modo es notorio el gran instrumento que posee el ser humano, algo finito con capacidad de infinitud.
Es por esto que la inteligencia corresponde más propiamente al espíritu; mientras que la razón, podría decirse, se identifica con el cuerpo.
Cerrando este tema podría decirse que estamos llamados a algo más grande, infinito; que esta capacidad, que es nuestra inteligencia, se llenará sólo con Dios, de igual carácter: infinito.
Podemos reafirmar las concepciones de san Agustín: "capax Dei" (capaz de Dios); y santo Tomás de Aquino: "sustancia individual de naturaleza inteligible" (perfeccionando la racional de Boecio).
Es obvio que la fe y la razón no acaban el Misterio (al que nos remitíamos en la Introducción), pero es necesidad inalienable de la persona la búsqueda de su Misterio.
Y es en esa necesidad en la que, como dije antes, debe ser educado, en el sentido de "guiar", para que la satisfaga de la manera más humanamente posible y consiga, así, la Gracia de la Esperanza.
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