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martes, 30 de marzo de 2010

Inteligencia - Dignidad

Retomando el tema anterior...

"[...] su inteligencia no se limita exclusivamente a lo fenoménico, sino que es capaz de alcanzar con verdadera certeza la realidad inteligible, y eso a pesar de que, como consecuencia del pecado, se encuentra parcialmente débil y a oscuras." Constitución Gaudium et Spes, 15.


El hombre, como hemos dicho brevemente, es unidad en su dualidad, pero debemos agregar que es inteligente. Esta última es lo que lo hace propiamente persona.

No debemos dejar de lado esta característica tan íntima de toda creatura, pero sí debemos 'limpiar' su concepto de falsas acepciones.

La inteligencia es la capacidad de abstraer y formular un concepto. Concepto deriva del verbo concebir. [Aquellos, según Aristóteles, no son sólo la forma sino también la materia de la sustancia.]

La capacidad de abstraer, hoy en día, sólo se ve en función de cálculos matemáticos y operaciones que conllevan, ciertamente, un alto grado de dificultad. Y todo esto para construir en la realidad un objeto que refleje el esfuerzo de lo dicho anteriormente. Este es el fantasma del pragmatismo que se materializa en nuestras conciencias contemporáneas y envenenadas por el anterior.

Sería justo decir que la inteligencia que nos hace personas sólo sirve para la edificación de una casa, por ejemplo. ¿No hacen, también, los pájaros sus nidos?

Creo que la inteligencia se refiere a un objeto más digno de esta y no al mero pragmatismo contemporáneo que conlleva grandes problemas de carácter monista.


La palabra inteligencia está constituida por dos latinas "intus" y "legere", y, a la vez, significan leer dentro. El problema es hacia dónde dirigimos los "ojos del espíritu" (la inteligencia). Su facultad es infinita, no como la ratio, por lo que puede adentrarse en lo de igual característica. De este modo es notorio el gran instrumento que posee el ser humano, algo finito con capacidad de infinitud.

Es por esto que la inteligencia corresponde más propiamente al espíritu; mientras que la razón, podría decirse, se identifica con el cuerpo.

Cerrando este tema podría decirse que estamos llamados a algo más grande, infinito; que esta capacidad, que es nuestra inteligencia, se llenará sólo con Dios, de igual carácter: infinito.

Podemos reafirmar las concepciones de san Agustín: "capax Dei" (capaz de Dios); y santo Tomás de Aquino: "sustancia individual de naturaleza inteligible" (perfeccionando la racional de Boecio).

Es obvio que la fe y la razón no acaban el Misterio (al que nos remitíamos en la Introducción), pero es necesidad inalienable de la persona la búsqueda de su Misterio.

Y es en esa necesidad en la que, como dije antes, debe ser educado, en el sentido de "guiar", para que la satisfaga de la manera más humanamente posible y consiga, así, la Gracia de la Esperanza.

Búsqueda del Sentido

"En realidad, el misterio del hombre no se aclara de verdad sino en el misterio del Verbo encarnado." Constitucón Gaudium et Spes, 22.


Es imposible para el hombre un monismo de mero espíritu o mera corporeidad. Es uno, y se dice de cuerpo y espíritu, unidad psico-somática.

Por estas razones la respuesta al sentido de la existencia, más cotidianamente dicho el "¿para qué?", se encuentra únicamente en otro Misterio.

Fácil es deducir que el sentido de la vida no reside en el hombre, sino que se debe a algo exterior que lo llama a preguntarse. Por ejemplo, la muerte, acto completo de la capacidad de la existencia terrenal. Es por una experiencia como esta que descubrimos que debe de haber algo que nos justifique como personas que somos.

Y, puedo asegurarles, que "el corazón del hombre no descansará hasta encontrarlo" (san Agustín). Es por esta simple razón de necesidad que me atrevo a asegurar la primacía de la pregunta sobre el misterio de la existencia ante cualquier otra enseñanza que pretenda precederla.

Esta puede ser considerada una de las razones por las que me afirmo en la convicción de que la educación en la fe es necesaria para que se den razones de aprender las posteriores enseñanzas escolares.

Una persona debe intentar responder primero el para qué para que el por qué tenga sentido.

Introducción


"Todos los hombres de cualquier raza, condición y edad, en cuanto participan de la dignidad de la persona, tienen el derecho inalienable a una educación, que responda al propio fin, al propio carácter y al diferente sexo, y que sea conforme a la cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo tiempo, esté abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos a fin de fomentar en la tierra la verdadera unidad y la paz." Gravissimum Educationis Momentum, 1.

La educación saca lo mejor de uno y fomenta las virtudes de la persona como tal, de manera que sean fruto de un buen educador.

Como bien señala esta declaración, los padres son los primeros educadores de los niños. Es más, es responsabilidad perenne que en su niñez, se preocupen por la madurez intelectual de sus hijos.

Esta madurez se da de dos maneras a mi parecer. De forma directa, por los padres propiamente, de manera que el niño esté preparado interiormente para la vida virtuosa entre sus pares. Y en el otro modo, indirecto, por los educadores.

Ambos modos deben atender no sólo las necesidades científicas y recreativas, sino también la trascendental, es decir la espiritual.